viernes, 6 de diciembre de 2013

Pozo-Cañada 2013 (O "Récord por sorpresa")

Vale, sí, esta carrera fue en Septiembre. Llevo un huevo de retraso, y seguramente ya pase de comentar las que no he “cronificado” hasta ahora, pero es que esta ya la tenía medio escrita, y además es mi actual récord en un 10K.

Pozo-Cañada es una carrera famosa en el circuito de Albacete. A cualquiera que le preguntéis os dirá que es “fea”, “aburrida” o algo similar; sin embargo yo no lo veo así, es cierto es la carrera es algo monótona, una larga recta que cruza todo el pueblo que tienes que recorrer arriba y abajo una y otra vez, pero yo prefiero llamarlo “carrera social”, una carrera que te permite alegrarte cuando ves la ventaja que le llevas a X persona o cabrearte cuando ves lo mucho que te lleva Y persona.

La cosa no empieza bien, porque llego con un pequeño apretón y resulta que al menos en la zona principal sólo hay un baño y además sin papel, pero consigo salir del paso (tampoco voy a ponerme a dar detalles de ciertas cosas). Los saludos típicos a los conocidos y rápidamente a calentar. Hace viento, pero entre los edificios no se nota mucho.

Aquí están todos los Keniatas y un posible nuevo fichaje. Como de costumbre, yo demostré mi extraordinario talento para perderme las fotos de grupo.

Empieza la carrera y se me olvida enchufar el GPS, que hasta que se carga hace que pierda unos metros y unos segundos que luego tendrán importancia. Aunque he salido bastante ligero, porque por esas fechas empezaba a notar el entrenamiento de la maratón y quería probarme, el haber estado pendiente del GPS hace que pierda toda referencia que podía haber cogido, así que ando algo perdido. Empiezo a mirar a todas partes y pronto localizo a un Acero Sport con perilla blanca que últimamente ha estado corriendo más o menos conmigo, aunque al poco me adelanta mi endoamigo Jesús Gil, quien siempre me saca del orden de uno o dos minutos por carrera. Sin embargo como digo me siento fuerte y digo que qué carajo, que intento ir con él y que cuando reviente ya me arrastraré hasta la meta.

Nos vamos tan felices de charleta, y además la salida rápida se nota, el primer km me sale a menos de 4. Entramos en la rotonda del final del pueblo y damos la vuelta. Seguimos a tope porque el segundo km me sale a 4:05, pero de momento aguantamos bien, tanto que incluso en el km 3, el que tiene la única subida (y bajada) de todo el trayecto, lo hacemos a 4:18 entre saludos a amigos y compañeros.

Cumplimos el km 4 en la larga recta que cruza el pueblo a 4:21, y en ese momento me doy cuenta: No sólo no estoy petando, sino que parece que a Jesús le empieza a costar seguirme el ritmo. Eso me da un empujón moral bestial y me vengo arriba de manera que hago en quinto km a 4:09. No sólo eso, sino que como al final está la rotonda me doy cuenta de que el Segur, el Top Élite de los Keniatas, no me lleva tanto (sí, sí me lleva tanto, aún me queda un poco hasta la rotonda, y él ya la ha hecho y está volviendo, pero estoy con la confianza a niveles casi peligrosos de tan alta y eso es lo que percibo), y como además al rodear la rotonda veo que voy por delante nada menos que del Zorro y Eco se me viene encima la paja mental definitiva: Voy a pillar al Segur (puesto así no os dirá nada, pero equivale más o menos a que alguien con una pierna escayolada y muletas diga “voy a ganarle a Usain Bolt en una carrera de 100 metros”).

Me pego los siguientes dos kilómetros a 4:10, animado al ver que no sólo no me veo cansado sino que cada vez me veo mejor, así que con cada saludo a compañero que llevo detrás me vengo un poco más arriba. Doy la segunda vuelta a la primera rotonda preocupado porque lejos de pillar al Segur cada vez me lleva más. Además parece que no le saco ventaja a los que llevo detrás, especialmente al Zorro que se ha venido arriba con Adela Cabañero, así que tras la segunda cuesta piso a fondo. Ya estoy algo al límite, así que me cuesta mantener el ritmo, pero Jesús poco a poco se va quedando, y además de pronto hago cuentas y veo que voy en tiempo de récord personal, así que ahora ya no tengo opción: Hay que ir a muerte.

Mi cara lo dice todo, estoy al 100% y con la confianza a tope.

Corro el último km a menos de 3:50, pero entonces me acuerdo: El GPS tardó en conectarse, así que cuando llegue a meta no registrará 10 km completos para guardar la marca, de manera que cuando llegue a meta tendré que seguir corriendo.

Me pego mi típico sprint final pero cuando voy a atravesar la línea de meta mi hermano está cruzando en el otro sentido, así que me pongo a saludarlo y me descuido, de manera que a dos metros de la meta me pasa “follao” alguien. Reacciono tarde y aunque aprieto no hay espacio material y llega antes que yo, pero aprovecho el acelerón para seguir corriendo hasta que le GPS registre los 10 km.

Aquí se puede decir que "vuelo hasta la meta".

La cara de los que me cruzo no tiene desperdicio, supongo que estarán pensando “pero qué está haciendo este gilipollas en pleno sprint si la meta está 100 metros más atrás”, pero es lo que hay. Rápidamente completo los más o menos 150 metros que faltaban y apago el GPS. Lo he conseguido, 10.000 metros por debajo de 42 minutos, he corrido a una media de 4:10, y encima con una media de pulsaciones de 161, una pasada (de hecho, ayer en el entrenamiento corrí menos km, a menos velocidad media, y di más pulsaciones, así que va a ser que lo de entrenar sí que es importante). Lógicamente no he pillado al Segur, que me ha sacado una barbaridad y media, pero es mi carrera más rápida hasta la fecha.

De hecho no empiezo a ser consciente de lo conseguido hasta que veo en casa las clasificaciones: Todos los que han entrado conmigo han hecho la carrera en unos cuantos segundos más que yo, pero claro, los que corren a estas velocidades en la salida no se colocan más o menos por la mitad del pelotón como yo sino unas filas más adelante.

El piscolabis está bastante bien, aunque desgraciadamente no hemos conseguido ser suficientes como para que nos den el jamón que se llevan todos los clubes que llevan a 15 corredores. Sin embargo el Zorro demuestra que más sabe el diablo por viejo que por diablo, y aunque no tenemos jamón, se ha llevado un jamonero y cuchillo a juego, por lo que no tardamos en encontrar alguien interesado en el proceso simbiótico (en realidad no puede haber simbiosis o mutualismo entre miembros de una misma especie, tiene que ser entre especies distintas, pero seguro que entendéis lo que quiero decir).

El Zorro sí que sabe... Y atención al Isma detrás.

Ventilado el jamón y algunas cervezas, nos montamos en el coche y de vuelta a casa a disfrutar de lo conseguido.
 

sábado, 9 de noviembre de 2013

I Maratón de Murcia


Sé que llevo un retraso bestial en cuanto a crónicas, pero me parece que ésta merece un trato especial, ya que al fin y al cabo la maratón es la carrera reina para todos los que nos dedicamos a esto de correr. Eso sí, esta crónica va a ser LARGA, que al fin y al cabo son 42 km (de hecho me han salido justo 4200 palabras, 100 por cada kilómetro, ¿casualidad o destino?) y son muchas las sensaciones, emociones y errores a comentar.

Admito que yo no tenía ganas de correr una maratón, acabé más que satisfecho de la única que había corrido, en Valencia en 2011, cuando no llevaba ni un año corriendo, muy mal entrenado en mi inexperiencia y muy bien acompañado y asesorado durante la carrera por mi media zapatilla Alberto Rey. Pero ante la insistencia de mi hermano y dado que no sólo la terminé sino que lo hice en lo que me parecía (y me sigue pareciendo) un tiempazo (3 horas 48 minutos 30 segundos), admito que aunque recordaba el entrenamiento como un coñazo la sensación de felicidad y euforia al cruzar la meta compensaba de sobras todo lo demás.

Así que allá que me lancé, esta vez ya con más de dos años de experiencia en las piernas, más conocedor del mundillo y bastante bien asesorado. Por no mencionar que para las tiradas largas esta vez en lugar de tener que comérmelas solito contaba con el más que recomendable grupete de los Gastro.

Obviaré los 3 meses de entrenamiento, con altibajos debido al verano y la feria, baste decir que igualmente acabé hasta los mismísimos de correr, ya que llegué a entrenar más de 60 km a la semana, teniendo para ello que recurrir a cosas como ir y volver del trabajo corriendo. De hecho, quizá fuera demasiado, porque llegué a la maratón con las piernas bastante tocadas. Pero es que el objetivo autoimpuesto, correr la maratón por debajo de 3 horas y media, lo exigía.

Al contrario que la inmensa mayoría, yo no voy a Murcia el sábado, sino que hago noche en Hellín con mi hermano y nos vamos de allí a Murcia el domingo por la mañana. Allí hemos quedado con Juan, un amigo común con el que ya corrí en la media de Hellín y que está bastante bien preparado.

Por diversas circunstancias llegamos bastante pegados de tiempo, razón por la cual apenas podemos calentar medio kilómetro. Aunque el principal problema es que llego sin tiempo para localizar a Fernando, el que va a ser mi compañero de penurias durante la carrera. Afortunadamente, como tampoco somos tantos subiéndome a una valla consigo que me vea. Estamos más o menos bien colocados y listos para la hazaña.

Suena el disparo, mentalización a tope, adrenalina a tope, gritos eufóricos y allá vamos. En apenas medio minuto estoy cruzando la salida, y los nervios se me notan en el hecho de que voy cruzándome a diestro y siniestro con tal de ganar espacio y velocidad. Afortunadamente gente más experta que yo me recomienda relajarme y tomármelo con calma que quedan muchos kilómetros por delante, así que hago caso y me acoplo al ritmo general, de manera que Fer y yo simplemente vamos ganando velocidad conforme el pelotón se va estirando.

De momento empezamos de forma espléndida, a 4:55, lo cual entra dentro de mis planes, que son correr más o menos a 4:55-5 al principio, a 4:50 desde el 5 hasta el 20, y luego aguantar a 5 o si puede ser un poco menos todo lo que se pueda, para que cuando al final fallen las fuerzas tengamos margen de tiempo (sí, lo sé, si te dosificas bien no tienen por qué fallarte las fuerzas, pero francamente, yo no tengo nivel ni capacidad para correr así una maratón).

Todo va según el plan, vamos tan felices de charleta entre nosotros y con la gente con la que nos vamos encontrando sin notar el esfuerzo, quizá demasiado, ya que en mi otra maratón Alberto fue bastante prudente y me paró los pies muy a menudo, pero ahora el “experto” soy yo, y aunque en ese momento no soy consciente, está claro que he salido con demasiada confianza en mí mismo. Al fin y al cabo, ya había corrido una maratón, es decir, ya sabía que era capaz, así que no terminarla jamás cruzó mi mente, mi único miedo era no ser capaz de cumplir el objetivo que me había marcado. Los expertos ya estáis viendo el punto: Le había perdido el respeto a la maratón, y la maratón me lo haría pagar caro. Pero no adelantemos acontecimientos.

De momento la carrera bien, vamos por calles anchas y pese a la hora hay bastante animación, con especial mención a las chicas disfrazadas que hay con un speaker en algún punto concreto que no recuerdo porque ni conozco Murcia ni recuerdo la carrera hasta ese punto.

Los primeros kilómetros son como los de cualquier otra carrera: Vas bien, te sientes fuerte, estás de charleta y relajado...

Las piernas me van molestando. Tengo el muslo derecho y la rodilla izquierda bastante mal. Son dolores que ya llevaba tiempo arrastrando, creo que porque como he dicho al principio he entrenado más kilómetros de los que mi cuerpo puede asimilar. Pero no son dolores nuevos, los conozco y creo que puedo con ellos.

De pronto Fer y yo nos encontramos al lado de Belén Barba, del club Hellín, y de lo que parece su entrenador. Ya compartimos bastante carrera con Belén en la reciente media de Hellín, y tras intercambiar unas palabras con su entrenador, decidimos que son una gran referencia, ya que quieren correr más o menos a 4:50, es decir para terminar en algo más de 3:23.

Primer fallo gordo: Permitirme una paja mental de las mías. No contento con conseguir lo de las tres horas y media, que sería todo un logro dado mi historial, el verme tan fuerte cuando ya llevamos unos cuantos km me lleva a hacer mío su objetivo, y empiezo a soñar con terminar no en tras horas y media sino por debajo de 3:25.

La cosa va tan bien que casi se me olvida tomar el gel, pero pasado el km 11 empiezo a prepararlo todo y poco antes del 12 de lo tomo (el plan es tomar en el 12, en el 24 y en el 36). En general vamos rodando a ritmos en torno a los 4:50, así que todo genial. De hecho, la media maratón la pasamos en menos de 1:43, es decir, llevamos más de 2 minutos sobre el tiempo objetivo, lo que significa que a partir del km 30 podríamos ir incluso a 5:05. Aunque pese a la alegría de saber que vamos cumpliendo objetivos al cruzar no puedo evitar pensar “puf, aún queda la otra mitad”.

La confianza a tope es importante, aunque en exceso puede llegar a ser perjudicial...

Parte del plan pasa por ir siempre delante del globo de 3:30, algo que Fernando y yo hicimos en los primeros kilómetros a petición mía (aunque para ello ese km tuvimos que hacerlo a 4:30, el más rápido de la maratón). El problema es que en una de las avenidas largas con giro, de esas en las que te pasas un buen rato viendo primero a los que llevas delante y luego a los que llevas detrás, no consigo ver el globo detrás de mí, y eso no puede ser porque tampoco vamos tan bien. Preguntando un corredor (creo que nuestro nuevo amigo Julián (con dorsal 999), que también compartió varios km con nosotros) nos dice que es que han pinchado el globo, así que ya no tenemos esa referencia.

Por cierto que esos puntos de encuentro me permiten ver que todo va según lo planeado. Delante de mí, muy por delante, va el Segur, ídolo Keniata y estela imposible de seguir, luego veo a varios Quijotes, a Fran Oliva... Luego vamos nosotros, así que bastante bien, y por detrás van pasando Mancebo, mi hermano, casi todos los Gastros (¿Carrillo va sin camiseta o es que el sol ya me está empezando a afectar?)... Vamos, que la cosa bien.

Durante el trayecto hay patinadores con Reflex, y aunque no soy partidario de esas cosas y además nunca lo he hecho, nuestro compañero 999 se echa y me comenta que daño no me va a hacer, que es antiinflamatorio, y dado que los dolores de las piernas no han remitido decido probar suerte. Para bien, pues al momento el muslo deja de dolerme y la rodilla me molesta menos, con lo que genial, parece que he encontrado solución a lo único que iba mal.

A partir de la media maratón Belén y su entrenador se nos empiezan a ir, pero no me preocupo, sé que no voy a poder ir a esas velocidades toda la carrera y no le doy mayor importancia mientras los mantengamos en la visual. Fer está de acuerdo, así que aunque como digo se van yendo, realmente se alejan muy poco a poco. Km 24, toca segundo gel.

Todo va bien. Demasiado. Y empiezan los problemas. Los dolores de las piernas vuelven, y multiplicados. La rodilla me duele tanto que empiezo a pensar que quizá tenga que parar, porque además justo en ese tramo no aparece ningún patinador. Sin embargo, digo que una maratón sin sufrir no es maratón y sigo adelante, y al cabo de unos cuantos cientos de metros el dolor remite y se mantiene estable en un grado soportable. Pero eso no es nada comparado con la sorpresa del km 26: Fer me dice que no puede, que le ha dado un bajón y que siga adelante.

Pero 42 kilómetros son muchos, y al final el cansancio, la duda, la soledad y en general todos esos grandes "amigos" del corredor acaban haciendo acto de presencia.

Había asumido que no acabaríamos la carrera juntos, que a partir del 30 en algún momento las fuerzas estarían demasiado desiguales y que nos separaríamos, de hecho dando por supuesto que sería él quien me dejara ya que corre más que yo, así que que sea él quien flojea antes me pilla por sorpresa. Tras asegurarme de que realmente no puede seguir y que no le importa que yo siga nos despedimos, y aquí cometo un nuevo pecado que la maratón me haría pagar, le suelto nada menos que: “mantenme en la visual, que eso será más o menos ir a 5 y así sobra, que tenemos margen”. Manda cojones, daba totalmente por hecho que cumpliría mis previsiones y que aguantaría unos cuantos kilómetros más a esas velocidades para luego ponerme a 5 y terminar así. Yo mismo soy consciente de lo creído y fantasma que suena eso, así que imagino que él y cualquiera que lea esto pensará que soy gilipollas perdido (y con razón).

Sin embargo, por el momento parece que todo se va a cumplir según mis predicciones, pues aunque ahora la cosa ya va costando, me sigo manteniendo más o menos a 4:55, y además durante al menos un par de km siempre que echo la vista atrás veo ahí a Fer.

La segunda gran sorpresa me la llevo cuando pasado el km 30 aparece el tío del mazo y me pega de lleno en toda la cocorota. Como en mi otra maratón me dio más o menos por el 34, no lo esperaba hasta entonces. Pero no pasa nada, esto entraba dentro de las previsiones, sabía que era posible que me diera un poco antes, al fin y al cabo sólo son unos pocos km de diferencia, contaba con sufrir al final, no importa si lo hago un poco más.

La maratón no perdona, y aunque podría explicaros con pelos y señales lo que es el muro ya que cada curso explico en clase los procesos metabólicos implicados, esta crónica ya es suficientemente larga, así que baste decir que su nombre de "muro" o "tío del mazo" le hace justicia. Como digo me había claramente sobreconfiado y sobreestimado, y lejos de poder aguantar a 5, a partir de ahí ni siquiera consigo 5:05, voy a 5:10 y costándome, tanto que en el 31 o 32 me tomo un vial de agua con glucosa que llevaba precisamente por si había alguna emergencia en plan notarme justito de fuerzas (que es precisamente el caso). Lo gracioso es que sigo teniendo a la vista a Belén, por lo que o esto entraba dentro del plan o está tan jodida como yo, opción que coge fuerza por el hecho de que de pronto el entrenador se empieza a quedar a un ritmo alarmante.

Estoy preocupado por ir más lento de lo previsto, pero no me obsesiono ya que en principio tengo margen suficiente, aunque ahora ya voy a llegar bastante ajustadito. Sigo confiado. Sigo sin respetar a la maratón, y ahora ya sí que me lo va a hacer pagar: En el km 34 me da un tirón que me deja en el sitio.

Es fulminante, me estaba echando reflex en la chepa y le iba a echar a otro corredor que me lo había pedido (de verdad que lo siento, colega, lo habría hecho encantado, pero en serio que la pierna me dejó clavado (se lo expliqué cuando me quedé parado y él se fue alejando sin que le hubiera echado, espero que me creyera y no pensara que me estaba quedando con él)), y el bícep femoral derecho se me transforma en piedra. Lo tengo totalmente agarrotado, me paro, estiro, y tiro trotando como puedo a ver si se me pasa. Así es, poco a poco el músculo me responde y, aunque me duele, puedo seguir.

Pero el daño está hecho: Primero voy más lento por precaución, y segundo se me ha metido el miedo en el cuerpo. De pronto los objetivos, las marcas, etc, dejan de tener sentido. No puedo cumplir nada si no termino la carrera, así que le suplico a mis piernas que por favor aguanten. En mi primera maratón me pasó lo mismo, de hecho en el mismo músculo, el mismo que también se me sobrecargó durante el entrenamiento (debo de tener algún problema en ese músculo concreto, porque no es normal que cuando me pasa algo sea siempre en el mismo sitio), pero en Valencia fue pasado el km 40, cuando me dio el subidón de ver lo cerca que estaba y apreté, y sabía que menos de 2 km los podía hacer aunque fuera andando. Ahora no, ahora ha sido en el 34, y aunque también podría terminar andando, sería más de una hora, con lo que puedo despedirme de cualquier marca o resultado positivo.

Parece que las piernas responden, aunque el parón ha llevado a que ahora lleve justo detrás al globo de 3:30 (han reconvertido el de 5:30). Pero aún voy delante, y además el que lo lleva cada poco tiempo grita “vamos 40 segundos por delante del tiempo objetivo”, lo cual me tranquiliza un poco, ya que significa que todavía voy más o menos un minuto por delante del objetivo. Además parece que la suerte me sonríe y apenas un km más adelante aparecen patinadores, así que les pido el reflex. Craso error, al parecer la postura forzada para echarme en la parte trasera del muslo termina de joderme el músculo. El dolor es insoportable, me paro e intento estirar pero el dolor sigue, apenas puedo andar y cojeando.

Para mí es claramente el punto de inflexión de la carrera, debo tomar una decisión. Y lo hago. Probablemente una de las más estúpidas de mi vida. Soy incapaz de reproducir lo que pasó por mi mente, pero el resultado fue negarme a que mi cuerpo me fallara, dije que allí mandaba yo y que ordenaba a las piernas seguir como fuera.

Insisto, fue una muy mala decisión, lo que tendría que haber hecho, y lo que tendríais que hacer vosotros en esa situación, es parar. Más vale abandonar hoy y correr otra maratón mañana que arriesgarte como hice yo, pero en aquellos momentos no tenía la cabeza para decisiones lógicas.

Sinceramente, no sé cómo fui capaz de seguir, el globo de los 3:30 estaba notablemente delante de mí (así a ojo como a medio minuto), las piernas me picaban en todas partes dándome a entender que estaban al límite y que iban a volver a petar a la mínima, y yo estaba totalmente desmoralizado. Pero pese a ello seguí. Eso sí, prácticamente a 5:20.

Poco antes del km 36 me tomo el último gel, en principio uno especialmente pensado para los últimos 5 km de la maratón, con la esperanza de que eso me resucite, pero francamente, no noto ninguna diferencia.

Había preparado toda una serie de estrategias para conseguir energía y fuerzas cuando me pegara el bajón, que si pensar en cosas que me cabrean para que me diera el subidón de adrenalina, que si cambiar el paso a mi modo “saltos”, y un largo etcétera, pero nada da resultado, estoy realmente a niveles básicos mega básicos, y no sólo no soy capaz de pensar en nada sino que apenas soy capaz de repetir una y otra vez en mi cabeza el estribillo de una canción (no recuerdo cuál, pero creo que era una de las infantiles de mi hija). Otra buena muestra de hasta qué punto estoy bajo mínimos físicos y mentales es que en el último paso por el puente (creo que por el km 38 o así) me despido de mi botella (que llevaba desde el principio con mi “poción mágica” y que había ido rellenando en cada avituallamiento), le digo que ha sido una gran compañera, que ha cumplido su misión, le doy un beso y la dejo cerca de un contenedor para que pueda seguir su camino en el inexorable transcurrir del universo. Sí, sé que suena muy chorra y que os estaréis riendo de mí, pero me parecía importante mencionarlo precisamente porque aparte de servir para ver lo mal que estaba, en su momento fue una de las cosas que me permitió abstraerme del suplicio que era la carrera.

Sinceramente, me siento totalmente incapaz de describir el sufrimiento y la agonía de esos kilómetros finales. Cada paso es una tortura, cada mirada al reloj una puñalada en el corazón. Sólo otra vez en mi vida me había planteado abandonar (en la parte final de mi primer triatlón de Agramón, con 40 grados a la sombra y tras no haber sabido administrar mis fuerzas), pero ahora me lo estoy volviendo a plantear, pues ya empiezo a pensar que qué necesidad tengo y que habrá otras oportunidades.

Pero no, quizá no haya más, el futuro es incierto, el presente es aquí y ahora. Voy a terminar. Pero aunque no abandono, sí que me rindo. Decido que si en lugar de terminar en 3:30 termino en 3:35 tampoco es el fin del mundo.

De hecho, lo verdaderamente asombroso es que pese a ir a 5:20 y realmente jodido no, lo siguiente, no me está adelantando absolutamente nadie, más bien al contrario, soy yo quien va adelantando gente, y los laterales de la calle están bastante frecuentados por gente que va andando. Es decir, por increíble que parezca hay gente todavía más hecha polvo que yo.

Aparece un avituallamiento y cojo agua, y desesperado y ya sin saber qué hacer para reactivarme, tras un trago me echo agua por la cabeza y, algo rarísimo en mí, me echo agua por las piernas (así se mojan los calcetines y las zapatillas y yo odio esa sensación, pero ya digo que estoy en las últimas y la cabeza ya no me da para más).

Los km 40 de las maratones parecen tener un efecto mágico en mí. En Valencia en ese momento fui consciente de que realmente lo iba a conseguir y me dio un subidón bestial que me permitió terminar la maratón eufórico. Aquí es algo distinto, no me da el subidón, pero al cumplirse el km 40 miro el reloj y veo que me marca 3 horas y 19 minutos. Es decir, estoy a 11 minutos del tiempo objetivo, lo cual significa que si consigo correr los dos kilómetros que quedan a menos de 5:30 todavía lo conseguiré. Además, estamos en las largas rectas finales, y al fondo veo el globo de 3:30, calculo que como a un minuto, al que habría que descontar lo que he tardado en cruzar la salida. Si no lo intento sé que me arrepentiré mucho tiempo, así que no tengo elección: con gran dolor de mi corazón, y especialmente de mi cuerpo y piernas, decido sobrepasar mis límites y volver a luchar por mi objetivo inicial.

Aquí lo fácil sería poner “saco fuerzas de flaqueza”, pero no sería real, ya que no saco fuerzas de ningún sitio pues no me queda ningún sitio del que sacar, estoy totalmente vacío, exhausto, sin nada, así que creo que es por pura fuerza de voluntad por lo que consigo apretar el paso. Tampoco demasiado, voy a 5:10, pero eso es suficiente. Lo voy a conseguir, lástima que no lo esté disfrutando.

Pensando que esto no se acaba nunca encaro la última larga, larguísima recta (seguramente no lo era tanto, pero a mí se me hizo eterna). A su debido momento mi hermano sale del público y, tal y como estaba previsto pues él no iba a hacer la maratón entera, se pone a correr a mi lado. Sé que me está animando y gritando, pero sinceramente no lo oigo, de hecho tampoco soy consciente de la gente a los lados, sólo soy capaz de ver la meta. Un último reducto de cordura me dice que si quiero dedicar es el momento, así que tal y como hice en Valencia empiezo el recital de dedicatorias.

De nuevo como en Valencia, termino las dedicatorias con tiempo para disfrutar de la entrada a meta, pero a diferencia de Valencia, donde estaba eufórico por terminar con bastante éxito, aquí no disfruto la entrada a meta, estoy demasiado obcecado con lo de hacer marca y demasiado extenuado como para sentir ni notar nada (de hecho según mi reloj GPS he cumplido la distancia de la maratón en 3:29, pero eso no me vale, quiero tiempo en el crono oficial). Valga como ejemplo de lo bajo mínimos que estoy que pocos metros antes de la meta el que llevo delante se cruza para coger a su hijo y literalmente me lo como, y tras el tropiezo sigo como si tal cosa, es decir, ya no soy capaz ni de reaccionar. Y cómo llegaré que cuando me colocan la medalla me preguntan si estoy bien y si necesito ayuda (a lo mejor se lo preguntan a todo el mundo). No la necesito, pero tampoco me voy a hacer el machote y decir que llegué como para irme de fiesta, en cuanto pillé un cacho de acera libre me tiré al suelo totalmente exhausto.

He cruzado la meta, pero esta vez sólo he notado un leve sentimiento de alivio, de “se acabó”.

A partir de ahí mi hermano realmente se portó, me acompañó a un mucho más adecuado para tirarme trozo de césped cercano y me fue trayendo bebidas isotónicas y fruta. Al poco llega el Segur, que como terminó en 3:06 ya está casi aburrido y quejándose de que no empiezan a dar la cerveza hasta las 12. La gente va llegando, y con ellos Juan (con un tiempazo) y su hermano (que ha hecho de fotógrafo y que se ceba en mi lamentable estado). Mancebo también termina, y como era de esperar, en menos de 4 horas. Mi compi Fer ha hecho lo propio, y pese a haber tenido que andar ha rondado los 3:41. En general todos los Gastros han cumplido más que dignamente, con especial aplauso a Lauri, que ha tenido un pequeño drama personal que no es este el sitio para comentar.

Es duro, pero la sensación de victoria cuando lo has conseguido no te la quita nadie. Ahí estamos Juan y yo todo contentos por nuestra hazaña.

Poco a poco vuelvo a ser persona, y entonces toca comprobar los efectos secundarios, que son francamente buenos: No tengo rozaduras, no tengo dedos sangrando, no tengo uñas negras, lo único que tengo es una mega-ampolla en un dedo y lo que parecen los primeros síntomas de unas agujetas tamaño sueldo de la Cospe en los cuadriceps. Sinceramente, mucho mejor de lo esperado, ya que en el momento de escribir esto, cuatro días después, ya no tengo ninguna secuela.

Termino comentando lo que para mí ha sido lo mejor y peor de la I Maratón de Murcia.

Lo malo: No me he fijado mucho en el recorrido, primero porque iba de charleta y luego porque iba demasiado concentrado en seguir corriendo, pero me ha parecido que no era demasiado espectacular, que había demasiado callejeo por sitios sin ningún atractivo arquitectónico. Y, chicos de Correbirras, por las cintas de las medallas merecéis al menos unas horas oyendo canciones de Hannah Montana, viendo programas de Belén Esteban o algo similar; joder cómo rozaban y arañaban, y para más inri mi medalla se descolgó de la cinta nada más llegar a casa. Para la próxima pillad algo más suavecito, anda. Ah, y un detalle muy feo fue eso de que hubiera vales por una mochila sólo en las bolsas de los corredores murcianos.

Lo bueno: Para empezar se nota que los chicos de Correbirras le han puesto ganas. Los avituallamientos y los patinadores con reflex eran frecuentes y realmente se agradecían. Aunque el regalo no era especialmente llamativo (camiseta y calcetines los tienes en gran cantidad de carreras del circuito de Albacete por apenas 7 euros de inscripción), al menos la cuota no era cara para lo que son las maratones que se ven por ahí. Y lo que me ha encantado es el dorsal, estoy harto de esos folios cutres que te van rozando en las manos y que pueden llegar a cortarte incluso, esta vez era como de tela aterciopelada que no daba ningún problema.

Anécdotas, menciones y agradecimientos: No es fácil encontrar un hueco en la crónica para esto, así que me invento este apartado. Al ya mencionado compañero Julián dorsal 999 añado recuerdo para Víctor dorsal 33, que también compartió conmigo kilómetros en los peores tramos de la carrera, al ciclista anónimo que gracias a que mi camiseta llevaba mi nombre en la espalda se puso un rato a darme casquera y ánimos también durante los peores tramos del recorrido, y una mención a ese corredor por el kilómetro treintayalgo me adelantó nada menos que con un carrito de niño. Ah, claro, y enhorabuena a Belén, que al final llegó justo delante de mí siendo la tercera mujer, y a Mateo Pesquer, segundo clasificado y compañero mío de clase en el instituto.

En definitiva, una maratón es una carrera más. De acuerdo, más larga, más exigente, pero que como todas se corre. Eso sí, necesitas prepararla bien, y eso es un coñazo, así que en estos momentos francamente creo que mi segunda maratón ha sido también mi última. Pero claro, ahora mismo estoy saturado de kilómetros, quizá dentro de un tiempo, cuando se me haya pasado el hastío y lo que más recuerde sea el logro conseguido, me vuelva a dar el gusanillo.

Porque sí, lo he conseguido. Soy una puta máquina. Sin piernas, pero una puta máquina.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Evolución cronística

Saludos. Me disculpo por el enorme retraso en cuanto a la publicación de crónicas, pero es que últimamente estoy hasta arriba, entre otras cosas porque he empezado a escribir en la revista Corricolari es Correr.

De hecho, debido a esta sección he creado una página de Facebook y otra de Twitter (@RunnerLAZ), donde trataré de recibir y contestar comentarios, ideas, etc, amén de ir publicando cosillas.

Y en cuanto tenga un rato vuelvo al tajo.


jueves, 3 de octubre de 2013

Chinchilla 2013 (Canción de Hielo y Fuego)

Pese a ser de montaña, y de las tirando a durillas, su cercanía a Albacete hace de Chinchilla la carrera de tipo A más multitudinaria (lo estoy suponiendo, en realidad no he comprobado las inscripciones de las carreras de montaña, así que igual me estoy pasando de guay y metiendo la pata), así que allá que fuimos de buena mañana mi colega Juan y yo para hacer la cabra un poco.

A la llegada la cosa está concurrida, y es que se acercan las maratones y la gente ha querido aprovechar esa mañana de domingo para doblar la carrera y hacer así la correspondiente tirada larga. Si a eso sumamos la cercanía de la Feria, se prevé que un buen porcentaje de corredores no van a ir a su ritmo habitual.

Por cierto que hace bastante frío, de ese incierto que te hace dudar sobre qué ponerte para correr. Al final el día se arregló, pero en ese primer momento muchos corredores se cagaron en la climatología...

El regalo a mí ni fu ni fa: Botella de vino, mini toalla y un boli. (Si se me olvida algo hacédmelo saber, que mi cabeza no es lo que era y al escribir tanto tiempo después algunas cosas se me pasan).

Yo la verdad es que no sé muy bien qué hacer, si correr a muerte o no, si hacer unos kilómetros antes o no... El caso es que el problema me lo soluciona mi hermano, quien como buen huevón (sí, vale, Alberto, esto te lo he copiado, denúnciame) se ha dejado el chip y además va a llegar justito de tiempo, así que allá que voy a las incidencias, pago (a fondo perdido, claro), cambio dorsal, etc. Añadiendo un apretón de última hora, resulta que para cuando quiero empezar a calentar quedan unos 8 minutos para que empiece la carrera.

En fin, me da tiempo a calentar un kilómetro (algo es algo), y me voy para la salida. Como llego raspado, tengo que colocarme bastante detrás de lo habitual, así que esta es una de esas carreras de las de “dar azotes”.

No me puse la camiseta del club porque pensaba que era demasiado escasa para el frío que nos iba a hacer. Menos mal que el Tato me vio y reconoció igualmente.

Salgo sin saber muy todavía qué hacer, si ir a muerte o empezar a controlar ya un poco tanto para prevenir lesiones como para luego poder hacer una tirada larga sin resentirme. Además, en esta carrera sí que han vuelto ya prácticamente todas las vacas sagradas del equipo (estamos nada menos que 16 keniatas, casi na), así que no tengo la presión (autoimpuesta, todo hay que decirlo) de lo de “cumplir como primer keniata”. Pero como suele ocurrir, el mismo ritmo de carrera me pone a una velocidad guapa, lo suficiente como para empezar a pasar pronto a compañeros Keniatas, que han formado grupillos, y así voy pasando al Rayol, a Alber, JuanMa, Pepito, los Mancebos... También alcanzo a Hurtado, que para esta carrera va de escudero de la Isa, y que en ese momento van también con mi hermano (que no sólo ha llegado a mesa puesta, sino que encima se ha colocado en buen sitio, el muy cabrón), y cuando paso no sólo al Taxista sino también al Zorro y al Presi (que van en pareja), veo claro que la carrera ha decidido por mí: Voy a ir a muerte (otra vez).

A todo esto voy ya por la subida tocha del km 5 (hasta ahora todo ha sido más o menos subiendo, pero esta es especialmente empinada), momento en el que veo a Teo y me lo fijo como meta. Aprovecho además para tomarme un gel, ya que aunque realmente creo que no me hace falta, tengo que acostumbrarme para la maratón (donde sí que me harán falta), y si quiero que me haga efecto no me lo puedo tomar en el km 9 o 10 siendo la carrera de 13.

Al finalizar la subida pillo a Teo, pero en la bajada posterior (de 3 km, en plan calma antes de la tormenta) me pasa y se aleja de mí. En la susodicha bajada veo que llega el Zorro, que ha dejado al Presi y me ha cazado.

Vamos en buena compañía durante la bajada, quizá un pelín demasiado rápido, ya que sabemos lo que viene y convendría conservar fuerzas, pero por un lado la carrera te va llevando y por otro yo me doy cuenta de que vamos a un ritmo general de más o menos 4:30, es decir, podría terminar la carrera en menos de una hora. Vale, es un logro bastante chorra, pero yo me motivo con cosas así.

Acaba la bajada y empieza el tramo final, momento en el que el Zorro me dice que siga que él va a aflojar un poco. Lo animo a no perderme de vista y tiro millas, especialmente en el repecho del km 10, quizá el más duro de todos, ya que por algún extraño motivo en esos momentos de la carrera pienso que sólo son 11 km en total.

Para cuando me acuerdo de que son 13 y medio es tarde, ya llevo buen ritmo y decido mantenerlo sea como sea. Además voy pillando a Teo y eso me da los ánimos que necesito.

Lo pillo poco antes de entrar en el pueblo, y entonces me doy cuenta: Acabamos de pasar el cartel del km 12 y llevo 55 minutos. Es decir, si puedo hacer el último kilómetro y pico en menos de 5 minutos cumplo el objetivo de correr en menos de una hora. Al grito de “objetivo: una hora” salgo como un rayo, a 4 el km, y consigo mantenerlo hasta las últimas cuestas, las de la meta. Una mirada al reloj me confirma que caso de conseguirlo va a ser por escasos segundos, y que de hecho en tiempo oficial casi imposible dado que habré salido con unos 15 segundos de retraso sobre el disparo.

Aprieto los dientes y tiro como puedo. El esfuerzo se nota porque voy adelantando gente. Intento olvidar que en esa última cuesta van a estar casi todos los fotógrafos y que voy a salir con cara de muerto, pero yo sigo inasequible al desaliento, y entonces lo veo, el último arco que da paso a la plaza donde está la meta, con esos adoquines que te hacen crujir todos los huesos... Pero ya de perdidos al río. Cruzo meta con tiempo oficial de 1:00:09, real... ¡¡0:59:52!! ¡Prueba superada!

En el piscolabis, que está bastante bien, veo al Segu (que está en otra liga, nadie se plantea siquiera verlo a lo lejos), y hablamos hasta que pronto llega el Zorro (al final también ha apretado y ha llegado a apenas un minuto) y tras él un rosario de Keniatas. Cierra el cupo mi hermano, aunque el susto nos lo da el Rayol, en quien la Feria parece cebarse en forma de un leve vahído que lo lleva a que lo obliguemos, muy en contra de su voluntad, a echarse unos tragos de refresco azucarado. De todas formas su pronta recuperación quedó plasmada en su ritmo de cervezas.

Recuperada la normalidad, se nos unen el lesionado Curro y el rescatador Líder (Cerni también estaba por allí, pero no lo vi) hasta que me llega la hora de irme. 

 

miércoles, 2 de octubre de 2013

PROXIMAMENTE REPORTAJE DEL ROCK & ROLL MARATON DE MADRID 2013 


Y COMO NO, LOS KENIATAS ESTARAN EN EL SARAO.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Alcalá del Júcar 2013 (mu chula)


Sigo con mi año de “primeras veces”, y es que a Alcalá del Júcar tampoco había ido nunca (a correr, se entiende, de finde rural y senderismo sí). Y si el pueblo y el entorno es chulo, la carrera no le va a la zaga.

Pero hay un problema, y es que mi hermano y yo ese día tenemos comida familiar, razón por la cual salimos muy tarde, habiendo comido como animales y sin tiempo para hacer bien la digestión. No pinta bien la cosa.

Sin embargo el tema empieza bien, pues aunque en el mapa parece que la cosa está lejos, el trayecto tampoco es para tanto. Sin embargo, el aparcamiento sí que te agobia un poco, porque empiezan a llevarte por callejuelas mega-estrechas y te da la sensación de que te están perdiendo por el quinto carajo (al final resulta que apenas estás a 400 metros de la salida, pero ya digo que da esa sensación).

No hay demasiada cola, pero el regalo da un pelín de mala impresión. Esto es, es una camiseta, así que por ahí bien, pero es una camiseta y ya, y encima sin bolsa ni nada, simplemente la camiseta en su plástico de la tienda, donde pone bien grande “Camisetasbaratas”. Ya digo, la camiseta no es mala, de hecho yo la veo bastante chula, pero el aspecto del márketing hay que cuidarlo un poco, amigos. Igual que lo de los imperdibles, resulta que justo los de mi mesa estaban todos o bien oxidados, o bien enrobinados, o bien ambas cosas. Los de otras mesas no, y pude coger 4 en buen estado, pero de nuevo amigos organizadores, cuidad un poco la imagen, que unos imperdibles oxidados no molan nada a gente que se suele pinchar mucho al ponérselos, y aunque entiendo que hay crisis y soy un defensor acérrimo de la ecología y el reciclaje, los imperdibles se pueden reutilizar, sí, pero no para algo como esto. Y no, Juanín, esto no significa que la carrera fuera una mierda o que no me gustara nada, son comentarios medio anecdóticos medio críticos para corregir algunos fallillos que, sin ser graves, pueden enturbiar la imagen de la carrera; pero como digo, eso no significa que esto sea una crítica sangrante ni que la carrera sea una mierda ni que los organizadores deban suicidarse ni nada de eso.

Vamos a la carrera en sí. Salida en cuesta, y aunque hay apegotonamiento se acaba pronto. Entre que es Manchuela y yo sigo con mi paja mental del Top Ten (por fin estoy; nada menos que el 10 en mi categoría) y que me han dicho que es como Bienservida pero al revés, esto es, unos 5 km hasta el puente cuesta abajo para luego ir subiendo, yo salgo a tope, totalmente dispuesto a correr a muerte.

Pronto las tripas me dejan claro que no me van a dejar correr a gusto, pero el bicarbonato que me he tomado ayuda y al menos para esta carrera han vuelto algunas de las vacas sagradas del club y ya no tengo encima la presión de ser el primer keniata.

Pese a todo voy bastante ligero, pero lejos de encontrarme los 5 km de bajada que me esperaba, me encuentro una de esas carreras “rompe ritmos”, incluso “rompe piernas” a juicio de algunos colegas. El caso es que sí, tiene muchos sube-baja, y aunque resulta en términos globales llana, resulta difícil pillar un “ritmo crucero”.

Estoy rodando por debajo de 4:30, y eso me gusta porque mi idea es intentar correrla precisamente a ese tiempo, pero claro, son más de 10 km y no sé si podré mantener el ritmo habiéndome ya advertido varios de las cuestecillas del final de carrera. Sin embargo, y como esperaba, en el km 3 me adelanta Eco, uno de los élites del club que va lanzado con un colega de Tobarra con el que ya ha corrido en otras ocasiones, así que espero que me vayan pasando otros como Macu, Mancebo Jr. o el Taxista mientras me alegro de que les haya costado más de 3 km recuperar los pocos metros que les habré sacado en la salida aprovechando que como era Manchuela y quería buen tiempo me he colocado un poco por delante de lo habitual.

Ahí va Eco to lanzao, y la mancha naranja soy yo intentando soplarle la nuca...

Sin embargo, para mi sorpresa y alegría mantengo a Eco a la vista, más o menos a 20 metros, lo que me sirve para establecer mi posición y referencia, ya que voy a la par que Ana Belén Garrigos y unos 20 metros por delante de Teo, con quien en las últimas carreras he mantenido un sano pique.

Estamos todos muy a la par, ni adelanto a nadie ni nadie me adelanta a mí, afortunadamente porque la comida empieza a hacer estragos y voy repitiendo (en el mejor de los casos). Así nos mantenemos hasta llegar al puente del km 5 (mu chulo, posiblemente lo mejor de una carrera con muy buenas vistas). A partir de ahí se acaba el asfalto y empieza, a decir de todos con los que he hablado, la “parte dura” (y no se equivocaban, esa segunda mitad de la carrera es bastante más chunga que la primera).

Las cuestas empiezan pronto, y los ritmos bajan, aunque consigo mantenerme siempre muy cerca de los 4:30. Hasta la famosa cuesta del km 7. Que vale, es cortita, pero es casi una pared, o al menos esa impresión me da a esas alturas de la carrera. En ella para mi sorpresa alcanzo a Eco, que la está subiendo andando. Le digo que se venga conmigo y lo hace, así que ahora voy en compañía e incluso con algo de charla.

He alcanzado a Eco, dejado atrás a Ana Belén y perdido de vista a Teo, así que estoy totalmente crecido, y como además ya no queda demasiado, decido ignorar a mi estómago y encaro el final de la carrera con la adrenalina a tope.

Aunque esa alegría me cuesta cara, y en el km 9 estoy literalmente a punto de vomitar, pero en ese momento Eco me dice que no puede, que ha empezado demasiado rápido y que tire millas que él se queda. Eso me da el subidón final que necesitaba, ahora ya sé que voy a terminar aunque reviente, así que me despido dándole ánimo y aprieto viendo ya a lo lejos el pueblo. Me han advertido que al entrar al pueblo aún queda y además con cuestas jodidas, además de haberme hablado de una famosa “escalera” que hay que bajar. Y me han advertido bien, en el pueblo hay alguna que otra cuesteceja que se las trae, pero nada en comparación con la bajada. Sinceramente, me extraña que nadie se haya matado en ella: Es piedra relativamente pulida, está cuesta abajo y tú ya vas embalado hacia la meta, y con la escasa luz que empieza a haber yo al menos no distingo del todo bien los límites de los escalones, así que digamos que me ha venido bien que el Tato no haya publicado las fotos porque estaba justo al pie de los escalones y fijo que yo he salido con una cara de acojonado que tira de espaldas (no llevaba camiseta del club, si hay suerte no me vio y no me hizo foto).

Al acabar la escalera está el puente de piedra, muy chulo también, y luego un breve parque y la recta final, que empieza con la playa que han hecho en el pueblo para que la gente se bañe. Vale, entiendo que es una zona emblemática del pueblo, pero personalmente sólo puedo criticar esa llegada: Ya he mencionado lo peligrosa que me parece la bajada de la escalera; el puente es muy chulo pero muy estrecho, y no creo que favorezca los adelantamientos si hay más de dos corredores a la par; y en la arena de la playa a mí se me clavó y resbaló un pie y casi me caigo, con la consiguiente pérdida de ritmo. Todo eso lleno de curvas: De la escalera al puente curva de 90º, del puente al parque curva, del parque a la recta final curva; todo tramos de no llegará a 50 metros.

Hecha la crítica, yo estoy bastante lanzado y me paso todo el final de carrera adelantando gente. Aunque de nuevo los dioses me castigan por no haber apretado un poco más al final (tampoco es que hubiera podido acelerar mucho más, iba prácticamente al límite) y vuelvo a llegar a apenas 3 segundos de varios de mi categoría. De nuevo tampoco es que hubiera supuesto mucha diferencia porque la clasificación no va a variar e igualmente he conseguido llegar por delante de algunos de los que tengo delante, pero como yo me como la cabeza con esas cosas pues aquí que lo pongo.

He hecho un carrerón y lo sé (de hecho al final sí la he terminado por debajo de 4:30), así que ahí está el levantamiento de brazos de la victoria.

El piscolabis final está bastante decente, sobre todo la bebida, y la piscina está abierta, aunque como ha estado lloviendo esos últimos días el agua no está precisamente caliente. De todas formas, alarmante el número de corredores que no se ducha antes de meterse en el agua, vale que el verano está casi terminado y demás, pero colegas, es una guarrada de mucho cuidado y da muy mala impresión.

La cosa termina con buenas noticias, por un lado porque resulta que al final contra todo pronóstico he vuelto a ser el primer keniata (ya que los élites han acusado el parón veraniego), y luego porque aunque al terminar la carrera e ir al coche a por las cosas se me olvida la camiseta colgada en el retrovisor al volver mucho tiempo después ahí sigue (lo cual significa que los corredores populares son o bien muy legales y buena gente, o bien muy asquerosetes que no querían saber nada de una camiseta sudada, o bien ambos).

Unos cuantos largos (tampoco muchos, que el cuerpo tampoco está para muchas fiestas), ducha y pa casita. Ahora toca el parón ferial.


martes, 10 de septiembre de 2013

¡¡Feria Keniata!!

Amigos, amigas, estamos en Feria, y por tanto de fiesta.

Y como cada Feria, los Keniatas organizan su tradicional Comilona, esperándose este año todo un festival de colesterol regado con abundante vino.

Quien no se lo crea puede comprobarlo hoy 10 de Septiembre a las 15:00 en el Zona 7 Bar.

jueves, 22 de agosto de 2013

...y mil

Aunque este texto es bastante personal, y de hecho ya me han comentado que quizá deberíamos cambiar el nombre de "El Blog de los Keniatas" a "El Blog de Lázaro", el caso es que lo que voy a comentar seguro que le ha pasado a un buen número de corredores y el que más el que menos todo el mundo se sentirá un poco identificado.

Veréis, ayer, durante un entrenamiento de lujo en la Pulgosa dirigido nada menos que por Seve, mis zapatillas cumplieron 1000 km.

Fueron un regalo, de hecho, mi primer regalo del día del padre: Unas Adidas Response Stability Pro-Moderator. En sus primeros meses les metí mucha caña, pero pronto fueron sustituidas por otras debido a diversas causas. Sin embargo, siempre estuvieron ahí, y como digo ayer, tras dos años y medio de vida activa, rebasaron los 1000 km.

¿Y ahora qué? De momento las seguiré usando, pues la suela está en bastante buen estado y seguro que se les pueden sacar 100 o 200 km más, pero después, ¿qué hacer? Lo lógico es tirarlas (entiéndase aquí reciclarlas o donarlas), pero lo dicho, son las primeras, encima un regalo, y les tengo un cariño especial. Pero claro, si me pongo a guardar cosas, lo único que conseguiré será un trastero repleto de objetos inútiles que en cuanto me muera mis herederos tirarán al grito de "pero cuánta mierda guardaba el abuelo".

En fin, no sé qué haré, pero de momento quería darle este reconocimiento a mis queridas zapatillas...

Un poco perjudicadas, pero todavía cumpliendo...

lunes, 19 de agosto de 2013

Corredores a la moda

Tras ver a varias chiquillas de colores fosforito, he indagado un poco y parece que están de moda los colores me parece que los llaman neón, así que coged todos las camisetas más chillonas que tengáis en el armario para ir completamente a la moda, que no se diga que los corredores no estamos "in".

Además, de nuevo parece que no se llevan los bolsos de marca o de piel de cocodrilo, sino que la moda son esas bolsitas con cuerdas que también nos suelen regalar en todas las carreras.

Lo dicho, corred al armario que este final de verano los corredores populares vamos a ser lo más "fashion" de la ciudad. Divinos de la muerte. O no.

domingo, 18 de agosto de 2013

Cenizate 2013 (o "Nueva hecatombre Keniata")


De estar a punto de conseguir ser 12 para que nos dieran un jamón, los Keniatas hemos pasado a ni puntuar. Al final conseguimos 10 apuntados, pero Curro con la ciática no podía (y bastante hizo ya en Paterna), Ramonchu avisó de que no podía, y el Líder ni siquiera ha dado señales de vida, así que hemos ido 7, con el agravante de que 6 de esos 7 habíamos corrido dos días antes en Paterna del Madera. Casi na.

En fin, Cenizate es una vieja conocida, dos vueltas a un circuito urbano de los que aunque en general resulta llano tiene suficientes altibajos como para que no consigas pillar un ritmo crucero estable.

El regalo era más bien escaso: Botella de vino y champiñones, pero bueno, al menos la inscripción era barata.

Para esta carrera además yo participaba en un proyecto de hermanamiento que está llevando a cabo mi buen amigo Alberto Rey, quien en cada carrera intercambia camisetas con corredores de otros clubes, y esta vez me tocaba a mí, así que realizaría esta carrerita con la camiseta del Dos Quince (aunque dado lo pronto que he escrito esta crónica todavía no hay ninguna foto para atestiguarlo, ya la pondré a posteriori).

Como era Manchuela, yo seguía con mi paja mental de entrar en el Top Ten, y allí que me situé algo más adelante que de costumbre. Tampoco en la primera línea, pero en la sexta o séptima sí, que unos segundos arriba o abajo pueden marcar mucha diferencia (y de hecho si hubiera terminado la carrera 8 segundos antes habría estado 4 puestos más arriba en mi categoría, incluyendo adelantar a uno de los que tengo delante, en fin...).

Empiezo muy rápido, pero pronto veo que no soy el único pues mi hermano y Pepito están delante de mí. Me uno a ellos y tiramos millas, pero al poco mi hermano se va quedando y seguimos Pepito y yo.

Al rato pasamos a Isa, pero Pepito va muy fuerte y me va sacando metros. Tampoco pasa nada, Pepito sigue siendo más rápido que yo y me vale con tenerlo a la vista. Además, también tengo a la vista a Teo (de CDE Running Albacete), un viejo conocido carreril que siempre ha sido más rápido que yo pero al que últimamente me he estado acercando, al punto de que en Paterna llegamos uno detrás del otro y bromeé con que en Cenizate por fin iba a superarlo, así que con ese objetivo en mente me puse a tirar detrás de él. Aparte tengo a la vista a Ana Belén Garrigos, que dado que últimamente está mucho más fuerte que yo me sirve como gran referencia.

Estoy rodando más o menos a 4:30 (hay diferencias en los km porque como ya he dicho es un recorrido irregular que no te permite ir fácilmente siempre a la misma velocidad), y aunque las pulsaciones se me disparan a cifras peligrosamente cercanas a 170, decido que merece la pena.

Las piernas me están respondiendo (era mi gran miedo dado que Paterna estaba muy reciente y ahí también corrí bastante), y el hecho de pillar y superar a Pepito me da un plus de moral. Estoy en un grupo en el que no hay variación alguna, un rato yo echo delante de algunos, luego me vuelven a pasar, luego yo otra vez, y así sucesivamente, pero variaciones reales de posiciones no hay, así que me mantengo bastante conforme.

Al completar la primera vuelta intento apretar en la segunda, pero literalmente no puedo (de hecho la segunda vuelta la hago 12 segundos más lento pese al sprint final), sin embargo dado que al paso por meta oigo al Villa nombrar a uno de los categoría A que tengo delante decido al menos no desfallecer, y por supuesto intentar alcanzar a mi rival (aunque lamento decir que no lo consigo, se mantuvo siempre más o menos a la misma distancia, sólo me acerqué al final pero no lo suficiente).

El cansancio hace mella en mí pero también en mis rivales, y en los kilómetros finales por fin voy ganando algo de terreno. A estas alturas ya he perdido de vista a Ana Belén (quien al final me saca medio minuto), pero ahora uso de referencia a Adela Cabañero (a quien al final le saco 20 segundos), sin perder nunca de vista mi espalda pues Teo está a apenas 5 metros (aunque al final le consigo sacar 15 segundos).

La llegada a meta es cuesta arriba, pero decido que vale la pena el esfuerzo de apretar para intentar ganar posiciones. Y aunque gano un par, desgraciadamente como dije al principio me faltan metros. Sólo 8 segundos menos y hubiese ganado algunas posiciones en la categoría, aunque bueno, me consuela pensar que tampoco hubiera sido un gran cambio en la clasificación, sigo estando el 11 en mi categoría y me temo que así se va a quedar la cosa, ya que los 10 que tengo delante siguen llegando antes que yo pese a mis esfuerzos (he hecho 43:25, creo que es mi segundo o tercer mejor resultado en un 10k, no puedo hacer mucho más). Algunos no mucho antes que yo, pero antes que yo al fin y al cabo. Al menos los que tengo atrás cada vez están más atrás y no debo temer por perder esa posición 11.

Detrás de mí llegan Mancebo primero y Pepito después, aunque la anécdota la ha protagonizado Juanma La Roca, quien tras tragarse un bicho ha tenido problemas de garganta (aunque nada grave).

El piscolabis es correcto pero sin excesos en la comida (bebida sí hay de varios tipos), aunque las patatas fritas están más rancias que la Cospe (bueno, vale, tanto no porque es imposible, pero muy rancias). Un poco de charleta, Alberto y yo nos devolvemos las camisetas, y a casita.

La próxima carrera la voy a perdonar, que llevo 5 seguidas y aunque me viene bien para el entrenamiento de fuerza de cara a la maratón, también tengo que empezar con las tiradas largas y quiero relajarme un poco. Eso sí, en 15 días hay que volver porque hay más Manchuela y tendré que volver a ir a tope.


sábado, 17 de agosto de 2013

Campeonato del mundo de maratón

Estoy viendo en directo la maratón de los Campeonatos del Mundo de Moscú, y estoy impresionado.

A ver, yo no soy ni seré ningún atleta de élite, pero tras dos años algo he progresado y soy de los que se queda siempre en la primera mitad del pelotón, últimamente incluso en el primer tercio.

Además, uso como programa de control y registro Endomondo, que te guarda tus mejores marcas en 1 km, 5 km, 10 km, media maratón y maratón.

Así las cosas, alguna vez en un entrenamiento suave me he dicho "vamos a tirar a muerte a ver en cuánto soy capaz de hacer un kilómetro". Y esa cifra es 3 minutos y 40 segundos. Es decir, yo que soy un corredor popular más o menos estándar, apretando a tope soy capaz de hacerme un kilómetro a 3:40.

Pues bien, esta gente que estoy viendo va a correr más o menos a 3:05. Pero no un kilómetro, no, van a correr a esa velocidad los jodidos 42 kilómetros 195 metros de una maratón.

Es decir, se van a pegar 42 kilómetros a una velocidad que yo apenas puedo mantener durante los 200 metros del sprint final de una carrera.

Como decía, estoy totalmente impresionado. Me da igual si llega el primero o el último, cualquier maratoniano de los que estoy viendo (y tantos otros que no veo) se merece todos mis respetos.

Paterna del Madera 2013 (novatos prometedores)


Paterna del Madera era una incógnita total: Nadie sabía con seguridad la distancia, no estaba claro si era tipo A o tipo C, había varias rutas posibles para ir... Supongo que es lo que tiene ser la primera edición.

De hecho, cometieron bastantes errores, aunque hay que decir que se les veía ánimo y espíritu de mejora. Por ejemplo en los baños no había nada de papel (a última hora ya sí), o sobre todo eso de que más o menos a partir de la posición 150 ya no quedara agua en la meta para los corredores (aunque luego vi a una voluntaria venir con una pack de botellines que además eran de otra marca, como adquiridos de correprisa). Pero bueno, pese a los pequeños fallos que achacaremos a la inexperiencia la valoración final es positiva (y mención especial a las muchachejas del segundo avituallamiento).

El regalo bien: Camiseta de algodón (que algunos ya no sabemos donde meter las camisetas técnicas), botecito de miel, botellita de aceite ecológico y una mininevera como la de El Salobral del año pasado que viene muy bien en los viajes para mantener fría la botellita de agua o el bote de bebida con glucosa.

Tras varias carreras por la tarde, esta vez volvíamos a la mañana aprovechando el día festivo (15 de agosto), fecha que también hacía que no hubiese demasiada gente apuntada (menos de 400). Eso a mí me jugó una mala pasada, y no fui el único, ya que aunque en principio íbamos a ser 9 keniatas, Hurtado hizo un extraño y no llegó a tiempo.

La salida resulta desquiciante, con casi dos kilómetros cuesta abajo. Tanto que los keniatas, que habíamos dicho de ir en grupo con calma y sin agobiarnos porque casi todos corríamos a los dos días en Cenizate, nos vamos separando de la propia inercia y velocidad de la carrera, de manera que al poco a la cabeza del equipo estamos un grupo de tres con Pepito, mi hermano y un servidor.

Pese a que algunos van realmente rápido, nosotros más o menos nos mantenemos sin ir a tope (aunque vamos a más o menos 4:15, que tampoco está mal), y pronto abandonamos la carretera para meternos por los caminos. Y qué caminos. Los paisajes son chulos y la carrera debe ser la leche, pero yo personalmente apenas la disfruté porque no podía quitar la vista del suelo, ya que eran caminos de los de pedrolos del nueve, de esos que a la que te descuidas te cuesta un tobillo.

Al llegar a los caminos y empezar la subida mi hermano acusa el haber bajado tan rápido y se queda, dejándonos a Pepito y a mí como puntas de lanza, pero Pepito no está entrenando mucho últimamente y cuando llevamos un rato de subida se nota que voy más fuerte y tras despedirme tiro millas. Estoy solo. Espero saber controlarme, porque es en Cenizate donde quiero ir a muerte, y para eso aquí no puedo pasarme.

Como nunca he hecho esta carrera (ni yo ni nadie) no tengo muy claras las referencias de tiempo, ni si los más o menos 5:10 que llevo son rápido o lento, sólo sé que en general voy más o menos adelantando a gente y que los pocos que me adelantan lo hacen a mucha velocidad, notándose que es gente acostumbrada a las cuestas, así que igual que en Tarazona me guío sobre todo por las pulsaciones, y dado que estoy sobre las 160 supongo que la cosa va bien.

Hacia el km 6 hay una pendiente especialmente chunga, y dado que ya llevamos 4 km de subida la cosa se hace especialmente dura, pero finalmente llegamos al km 7 y volvemos al llaneo. Cuando pasamos por el cementerio está claro que estamos volviendo al pueblo, así que aprieto un poco.

En la entrada al pueblo cometo el error que creo que hemos cometido todos: Ves el pueblo, oyes al Villa... y lógicamente crees que ya queda poquito, por lo que ya aceleras a muerte. Como digo, gran error, pues desde ese momento hasta la meta queda más de un kilómetro (los kms estaban marcados con carteles, así que igual sí que se podía ver y saber que aún quedaba, pero admito que a partir del 6 la verdad es que no me fijé, como digo iba muy pendiente primero del suelo y luego de ir rápido pero sin pasarme).

Lo dicho, a la entrada del pueblo aprieto, y los demás conmigo, de manera que empiezan los piques, y yo ya sabéis que no soy de los que necesitan muchos ruegos para echar mano al plato, así que me pico y le meto caña. Como además la parte del pueblo es cuesta abajo, ese “le meto caña” significa que hago el kilómetro del pueblo a 3:40, y pese a ello apenas adelanto un par de posiciones (para que os hagáis una idea de cómo íbamos todos). Sin embargo, el final final no es cuesta abajo, y dado que todos hemos forzado bastante, esos últimos metros se hacen duros.

Aquí ya se veía la meta...

Por allí anda el Tato, pero como no llevo la camiseta no me ve, y dado que está al lado de los altavoces, aunque me desgañito llamándolo para avisarle no me ve hasta que no es demasiado tarde. Da igual, yo ya estoy en modo automático. Me voy fijando porque por la meta debería estar mi hija y querría entrar en meta con ella, pero no la veo, así que cuando me doy cuenta he entrado. 48 minutos para los casi 10 km de carrera y una media de 159 pulsaciones, no está mal.

Mención especial para Curro, que pese a la ciática galopante sabiendo que era el octavo corredor le echó un par y acabó llegando a meta pese al dolor para así poder puntuar como equipo.

El piscolabis es algo básico, con sobre todo fruta, y el agua ya he mencionado que es un fallo, pero como dejan pasar a la piscina se compensa un poco. Sin embargo yo tengo reservada una casa rural en la zona y me piro en cuanto puedo, que hay que descansar (pese a ello al día siguiente me iría a trotar por las cuestas de la zona en entrenamiento corto y suave teóricamente de descarga, espero no pagarlo el sábado en Cenizate).

Por cierto, a la hora de la comida aparecieron Gabi y compañía por mi complejo, y pude resolver la duda planteada unas cuantas publicaciones atrás: Aunque antes lo de dar un dorsal a cada corredor para todo el circuito sí se hacía, ahora no se hace así, y los únicos que tienen el mismo número todas las carreras son los 5 primeros del circuito anterior tanto en hombres como en mujeres).


miércoles, 14 de agosto de 2013

Tarazona 2013 (Pos no es pa tanto, la verdad)


Este es mi año de romper maldiciones, e igual que la semana pasada pude correr por primera vez en Villamalea, esta hacía lo propio en Tarazona. En este caso nunca la había corrido porque la gente con la que me solía ir a las carreras aprovechaba que era nocturna para luego quedarse de fiesta, y yo, hombre ocupado y copado de responsabilidades, nunca me lo podía permitir.

Nocturna, sí, habéis oído bien. La de Tarazona de la Mancha es la única carrera del circuito que se disputa sin luz solar, y la verdad es que yo me quedé bastante decepcionado. Había oído que si había mucho ambiente, que si molaba lo de la iluminación artificial... Nada de nada de nada. Había gente, sí, y animaba y daba ambiente, pero no más que en cualquier pueblo en el que la gente está por la labor. Y en cuanto a lo de la iluminación... pues francamente, que había tramos en los que había que aflojar el paso y mirar al suelo con cuidado porque no se veía un carajo.

La carrera eran dos vueltas a un circuito urbano que tenía como principal “atracción” lo que mis compañeros de viaje tuvieron a bien llamar “cuesta infernal”, y lo cierto es que era jodidilla, con una pendiente razonable y bastante larga, pero sin duda lo que a mí más me llamó la atención fue lo accidentado del trayecto. Vale, es una carrera en términos globales llana, pero no porque fuera lisa como una balsa de aceite, sino porque las subidas y bajadas se compensaban. De acuerdo que no eran ni subidas fuertes ni bajadas pronunciadas (quitando la mencionada cuesta), pero en general resultaba una carrera incómoda, en la que cada dos por tres había cambios de ritmo debido al terreno.

Eso sí, en honor a la verdad, la subida de la cuesta infernal nada más empezar hacía que luego casi todo el resto del trayecto (con algunas excepciones como la subida a la iglesia) diera la impresión de ser cuesta abajo.

Por lo demás, parecida a Villamalea en cuanto a avituallamientos (muchos de agua y esponjas (aunque estas casi secas)), con quizá el reproche de que los botellines eran de medio litro, y el ecologista que hay en mí no puede evitar pensar en toda el agua que se desperdicia así. Vale, con botellines de 33 cl también se desperdicia dado que mucha gente apenas da un sorbo, se echa un poco por encima, y fuera, pero lógicamente se desperdicia menos.

En cuanto a mi carrera en sí, esta vez era distinta: Sólo estábamos inscritos 4 keniatas, siendo yo a priori en más rápido, pero entre que no íbamos a puntuar y que llevaba muchas carreras seguidas, viniendo las siguiente semana dos que quiero hacer a tope con sólo dos días entre ellas, decidí intentar reprimir mis instintos y correr tranquilo, disfrutando. Incluso volví a llevarme cascos para ir escuchando música.

Así, empecé la primera vuelta intentando no superar las 160 pulsaciones, traducido en que iba más o menos a 5 el km. No era fácil, porque me adelantaba mucha gente y el cuerpo me pedía tirar, pero conseguí mantenerme firme y aguantar así, con 160 pulsaciones y a algo menos de 5 el km.

Para la segunda vuelta decidí apretar un poco, de manera que tras la cuesta inicial me concedí poder llegar hasta las 170 pulsaciones, aunque intentando mantenerme más o menos sobre las 165. Eso me permitió llevar ritmos de 4:40 el km más o menos.

Al cumplir el km 7 pensé que ya total tampoco me haría tanto daño apretar, que apenas quedaba nada, y decidí cambiar de ritmo para en los dos últimos kilómetros ya soltarme el pelo.

Ahora ya la cosa había cambiado, y durante esos km finales era yo el que adelantaba a muchos de los que una vuelta antes me había pasado. Además, la suerte está de mi lado y para cuando subo a la iglesia, antesala de la meta, los que llevo tanto delante como detrás están muy lejos, así que voy a poder entrar tranquilo. Veo a Gabi y me pongo a posar para la foto, pero eso casi me cuesta caro, porque al mirar para atrás veo que llevo a uno pegado esprintando. Aprieto decidido a no dejarme superar, y afortunadamente basta con eso, el que llevo detrás no me va a pillar y no es necesario que tire a muerte como en Villamalea.

Ya me costó caro con el Presi en Villarrobledo, y a punto ha estado de volver a costarme caro el ser tan chupacámaras. Lo de ir de blanco es porque como no iba a estar el Tato y no era necesario llevar el uniforme oficial para ser reconocido, preferí ser visible en la noche, con gran acierto dado lo ya comentado de la escasa visibilidad...

Sin embargo, esta vez los dioses castigan mi holgazanería, y resulta que llego en el puesto 302. ¿Que por qué es esto importante? Porque el puesto 300 tenía como premio unas gafas bastante guapas. Qué se le va a hacer...

El piscolabis es muy majo. Comemos. Bebemos. Esperamos a la entrega de premios. Y a casita.


martes, 13 de agosto de 2013

Villamalea 2013 (Larga y con calor)


Desde que empecé a correr (que fue en 2011, tampoco hace tanto) hay ciertas carreras del circuito que nunca he podido hacer, y quizá a la que más ganas le tenía era a la de Las 3 Leguas de Villamalea, por eso de que son más de 16 km y a mí me llaman las carreras de más de 10 km. Sin embargo, siempre coincide con la fecha en la que me voy a hacer con mi hermano el triatlón de Agramón, razón por la cual hasta ahora nunca la había corrido. Como digo, hasta ahora, porque este año con ya la varias veces comentada paja mental de intentar escalar hasta lo más alto en el circuito de la Manchuela, había decidido participar y dejar de lado el triatlón.

Así que allá que nos fuimos hasta Villamalea (en realidad no está demasiado lejos) un nutrido grupo de keniatas dispuestos a darlo todo (unos más que otros).

Además, en esta carrera le devolvía por fin su camiseta al Rayol (mil gracias) y hacía uso en propiedad de una de Curro. Como además no estaba Tato, me permití llevarla sin nada debajo, mostrando mi impresionante musculatura a sabiendas de que no habría tantas fotos como si sí estuviera nuestro fotógrafo oficial (aunque con Gabi fue suficiente).

A priori la cosa estaba clara: Tres vueltas a un circuito urbano con mucho calor. El regalo no estaba mal, pero lo de incluir un forro polar casi parecía una coña teniendo en cuenta que se podían freír huevos sobre el asfalto.

Empezamos, y rápidamente Hurtado y Eco salen cagando leches. Yo quiero ir rápido pero sin ir a muerte porque llevo bastantes carreras y me quedan unas cuantas, y además sé que no estoy a su nivel, pero tampoco quiero ir demasiado relajado porque es Manchuela y como ya he dicho estoy muy pendiente de la clasificación general, así que dado que Pepito ha dicho de ir con el grupete que van a formar los Keniatas para ir de tranqui, me va a tocar correr solo.

Para abreviar no haré un detalle tan pormenorizado como en otras ocasiones, en plan comentar cada kilómetro, baste decir que los avituallamientos estuvieron bien, que había puestos con esponjas cada poco tiempo (aunque para cuando cogías la esponja le quedaba bastante poco líquido) y que la tercera vuelta no dejaba indiferente a nadie: Hay quien dice que le gusta porque así puede estudiar bien el terreno y correr sabiendo ya con detalle lo que hay y lo que toca, pero personalmente a mí se me hizo larga; acostumbrado a que las cosas suelan ser dos vueltas a un circuito, cuando completé la segunda supongo que inconscientemente estaba esperando terminar, y tener que volver a hacer una tercera vez todo mentalmente se me hizo pesado.

Además, igual que en Mahora vuelvo a no correr a gusto, pero esta vez sé el motivo: Como la carrera es tarde, decido no comer demasiado pronto para que luego no me dé hambre, y como aun así como 4 horas antes de la carrera, pienso que voy a tener tiempo de sobra para hacer la digestión y me empancino. Error. Ya lo sé para la próxima vez.

De todas formas, consigo sobreponerme a la pesadez estomacal y al cansancio mental y hacer la tercera vuelta más rápida que las otras dos, incluso más rápida que cualquier otra tercera vuelta de mis compañeros keniatas, y como premio decido darme un descanso en la llegada dado que el que tengo delante está muy lejos y el que llevo detrás también. Sin embargo, conforme pasamos la marca del último km veo que el que llevo atrás empieza a apretar. No pasa nada, yo llevo buen ritmo y no me va a pillar. Vuelvo a mirar y veo que se acerca. Aprieto el paso pero se sigue acercando. Aprieto más y se acerca. Ni siquiera tengo la meta a la vista, pero pa chulo yo, así que decidido a no dejarme superar esprinto. Para mi sorpresa, me aguanta el esprint, e incluso sigue ganándome algo de terreno, pero entonces torcemos una esquina y veo la calle que lleva a la meta, así que ahí tiro de orgullo y aprieto a muerte. No recuerdo haber esprintado así desde el hachazo del Presi en Villarrobledo, voy al 120%, pero da resultado y ahora soy yo quien gana espacio. El problema es que ha sido un esprint tan largo que me estoy comiendo al que llevaba delante, quien para mi horror se para y coge a sus hijos. Después de la que solté en Caudete debería pararme, pero literalmente no puedo, de manera que paso por delante de ese corredor (y por supuesto del que me ha obligado a esprintar, quien viendo el vídeo de meta al verme ganar terreno al final se rindió). Muy contento por haber conseguido ese final explosivo pero muy avergonzado por haber adelantado a alguien que estaba entrando a meta con sus hijos voy a disculparme, y me dice que no me preocupe, que el circuito le importa muy poco y que no sufra por una posición.

La foto de llegada a meta me pilla en una posición chula, pero la talla L de Curro sobre mi cuerpo serrano me llevan a buscar tienda para que me apañen un poco los tirantes, porque la verdad es que doy un poco de lástima. A ver si alguien se va a tomar en serio lo de Los Keniatas y va a intentar darme un bocata o algo...

Con mi conciencia algo más tranquila me voy al piscolabis, que es bastante aceptable. Después había una paellada a la que algunos keniatas como Mancebo o el Líder se quedaron, pero yo tenía deberes y en cuanto se pudo a casita.