La previsión
meteorológica anunciaba una tarde chunga, chunga, con frío, viento
y lluvia, pero conforme el coche se acercaba a Villalgordo del Júcar
el cielo no pintaba tan mal, y de hecho al final no hubo lluvia, sólo
algo de viento y no demasiado frío.
Encaro esta prueba
con sentimientos encontrados. Por un lado necesito volver a competir,
ya que llevo meses sin hacerlo, y además necesito que me salga bien.
Pero por otro estoy desanimado y llevo tiempo sin apenas poder
entrenar. Aparte, poco antes de la prueba nos enteramos de la mala
noticia: Nos fallan las rubias y como íbamos justitos no vamos a
puntuar como equipo, qué se le va a hacer.
Esta prueba tiene
trampa, son 9 kilómetros supuestamente llanos, así que mucha gente
se la toma como un 10K rápido y sale a tope (y luego lo paga). Yo ya
cometí ese error el año pasado, así que este año lo sé, y dado
que no vamos a puntuar y que me sé poco entrenado, decido salir
relativamente tranquilo y tratar de hacerla progresiva (por cierto, la carrera en sí es bastante chula). De hecho,
incluso consigo hacer algo que llevo tiempo intentando: No miro mi
tiempo del año anterior, así que esta vez no tendré la presión de
saber lo que hice para tener que batirme a mí mismo. Como salga,
salga.
Pero como no podía
ser de otra forma, entre la cola y que para la típica meada de
última hora me meto por calles raras y me pierdo, consigo encontrar
la recta de salida cuando el Villa ya está diciendo que queda un
minuto y que vamos a ser rigurosamente puntuales, así que el disparo
me pilla cuando aún me estoy poniendo los guantes y ajustando el
GPS, por lo que los primeros metros los hago bastante lento.
Salida tranquilita
De todas formas, eso
no me viene mal, ya que acabo justo al lado de mi vecino Juan Moreno
(Quien no corre vuela), quien corre más que yo pero que suele hacer
las carreras progresivas, así que decido seguir su estela mientras
pueda, de manera que los primeros kilómetros los hago a 4:10, y no
debemos ir mal porque adelanto a Salva y a Juli del Quijote, que son
corredores con los que últimamente estoy corriendo de igual a igual.
En el kilómetro 3
la cosa se empieza a torcer, ya que empieza la “cuesta”, así que
aunque son sólo 50 metros de subida repartidos en un kilómetro, se
nota, y el que la cosa pique para arriba hace bajar el ritmo. Juan se
me va poco a poco, y veo también en la distancia a Miguel Ángel
Escribano (Las Peñas), que también corre más que yo pero que viene
de una lesión y que debería ser una referencia visual (de hecho,
durante bastante rato me quedo en “tierra de nadie” entre dos
grandes grupetes, sin conseguir alcanzar a los de delante, pero sin
bajar ritmo y que me pillen los de atrás). Aquí empiezo a notar la
falta de entrenamiento, pues si bien los primeros kilómetros he
aguantado bien y he mantenido las pulsaciones por debajo de 170,
ahora ya empiezo a superar esa cifra.
Afortunadamente,
todo lo que se sube se tiene que bajar, y del kilómetro 5 al 6 corro
a 4 y además recupero pulsaciones, aprovechando para quitarme los
guantes y aligerarme en lo posible porque definitivamente la tarde no
es tan fría como había previsto (o al menos eso me parece). Como
esperaba, estoy bastante cansado, pero sólo quedan 3 kilómetros y
tengo que aguantar.
Está siendo una
carrera rara. Normalmente a partir del km 3-4 se suele establecer ya
un grupo en el que prácticamente no hay cambios ni adelantamientos:
Alguno que viene por detrás fuerte nos pasa y alguno que se hunde
delante se queda, pero en general nos mantenemos los mismos en las
mismas posiciones salvo como mucho el último kilómetro. Sin embargo
esta vez el “grupo” de más o menos 10 que estamos a la vista nos
vamos adelantando mutuamente. Te pasa uno que al siguiente kilómetro
se queda, te pasan dos que al rato vuelves a pasar, y va todo como a
base de acelerones y frenadas. Ya digo, no es lo que yo tengo como
“normal” en las carreras, así que supongo que las navidades, el
viento y los sube-baja de la prueba están pasando factura (a mí el
primero).
Creando estilo...
Los últimos
kilómetros los estoy haciendo a 4:15 (que a la larga será mi ritmo
medio de carrera), así que entro en fase de “¿Qué necesidad? ¿Y
qué pasa si bajas el ritmo, qué crimen cometes, a quién le va a
importar?”, pero claro, me importa a mí, así que toca trabajo
mental del bueno para conseguir mantener el ritmo.
Dicho trabajo mental
sufre un severo varapalo cuando al empezar el último kilómetro meto
mi típico cambio de ritmo animado porque ya queda poco, ya que el
reloj me indica que voy a 180 pulsaciones, en teoría mi límite
máximo, así que el pensar que me queda todo un kilómetro así me
desanima un pelín, pero me digo a mí mismo que venga, que queda
poco, que es como una serie, y que cuando vea la meta las piernas me
llevarán solas.
No me llevan solas,
y más porque el último medio kilómetro es cuesta arriba y además
estoy yendo a 4. Tanto es así que incluso le pregunto a los que
llevo detrás que si van a esprintar, y cuando Juan López del DSC
Running me dice que no estoy a punto de dejarme llevar ante el poco
probable cambio de posiciones. Pero cuando giro la última curva y
veo la meta resurgen mis viejos vicios, y pienso que total para lo
que queda, cada posición ganada es una victoria. Allá que voy.
El empezar
“tranquilo” tiene ahora su recompensa, ya que consigo ponerme
bastante rápido, tanto que adelanto una posición e incluso veo a lo
lejos a Miguel Ángel Escribano, pero cuando adelanto una segunda
posición pasa algo que me descentra: Cuando le he adelantado, se
para a coger a su hijo/nieto para entrar con él de la mano. Una cosa
es adelantar a uno que va esprintando o al menos manteniendo el
ritmo, pero a alguien que se para no me hace gracia, no le estás
ganando realmente. Sin embargo estamos ya al lado de la meta, y
simplemente el no parar en seco me hace llegar, lo siento, José
María López del 27 de Agosto. De hecho, el titubeo casi me cuesta
la posición porque desde atrás venía un Grego con fuerza.
La carrera ha
terminado, y aunque en ese momento estoy bastante jodido, cuando a
los pocos minutos me recupero me alegro del esfuerzo realizado. Mucho
más cuando unas horas más tarde, en casa, compruebo mi marca del
año pasado y veo que me he batido a mí mismo en casi un minuto.
Además, viendo las posiciones de la gente con la que más o menos
suelo estar en las carreras, compruebo que efectivamente estoy algo
bajo de forma pero no mucho. Justo la inyección de moral que
necesitaba.
El resto del equipo
también se porta: Álvaro y Luis demuestran que están en forma
(aunque a Álvaro un “espontáneo” le hace perder unas posiciones
en la recta de meta), y Carlos, Fernando y Nuria la hacen en grupo
bastante tranquilos dado que venían todos de un largo periodo de
inactividad. Incluso Isma la hace mejor de lo que él mismo decía.
Un buen comienzo de temporada, puesto que los que corríamos hoy lo
hacíamos creo que todos por primera vez este circuito.
Tenéis la clasificación general aquí.
Piscolabis,
chocolatito caliente, cervecita (muy bien todo el aspecto logístico
de Villalgordo, salvo quizá el colusco que había en la mesa de los
dorsales entre el 400 y el 600), y ale, pa casa.
Al día siguiente toman el relevo los héroes de Bienservida, pero esa es otra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario