D'ARTAGNAN Y LOS TRES MOSQUETEROS EN MADRID
Todavía recuerdo la tarde en que salimos a entrenar como
muchas otras veces, el grupo de la muerte (nombre que nuestro amigo Rayo nos
puso, supongo que parte de cachondeo y parte de motivación), o como a mí me
gusta llamarlo, los tres mosqueteros: Antonio Hurtado, Antonio Molina y Eco, un
servidor.
Al llevar un ratico rodando, Molina nos propuso hacer juntos
el maratón de Madrid, lo miré como un cordero al matadero y pensé que sería
cosa de un calentón, pero no, el tío lo decía en serio, además argumentaba que
podíamos aprovechar el que entrenábamos juntos y hacer los rodajes largos
algunos domingos, que seguro que podíamos, que patatín y patatán.
Se va madurando la idea y nos vamos animando cada vez más hasta contagiar de ilusión a otro compañero: se nos une Juan Garijo “el zorro”, un nuevo fichaje del equipo y que nos quiere acompañar en la hazaña que nos proponemos realizar y que es de esos que tienen miedo a no tenerle miedo a nada.
A falta de confirmar si alguien más nos acompañaría, la
formación de D'artagnan (Antonio Molina como motor y chófer de la idea de
principio a fin) y los tres mosqueteros rumbo a Madrid ya cogía forma.
Habíamos acordado hacer los entrenamientos que pudiéramos
juntos, para la motivación, supongo, y hacer algunas tiradas largas algún
domingo para testearnos un poco, que en este sentido estábamos más verdes que
una lechuga. La moral va en aumento y la ilusión por realizar de verdad nuestro
primer maratón crece a pasos de gigante y los compañeros de equipo más
veteranos en maratón nos iban advirtiendo de la seriedad y dureza de la prueba
al tiempo que nos animaban.
Realizamos los entrenamientos en la medida de lo posible compaginados con nuestras vidas de total normalidad e intentando no mermar las relaciones familiares, asistimos a alguna charla técnica básica impartida por Seve y vamos notando que aunque no al 100 x 100 hemos entrenado bastante y estamos preparados para intentarlo. La verdad que visto todo así las cosas se presentan muy de frente para afrontar este reto.
A falta de solo una semana, la semana del descanso previo al
maratón, se me ocurre hacer la carrera popular de Valdeganga con tan mala
suerte de pisar un hoyo y torcerme el tobillo haciéndome un esguince. La verdad
es que se me cae todo el castillo armao encima viendo que todo el trabajo y el
esfuerzo empleados en la preparación podían no valer para nada. Inmediatamente
voy a ver a Silvia, nuestra fisio, para
que ella haga el milagro de la recuperación rápida, pero conforme avanza la
semana no solo no mejora sino que empeoran las cosas: tengo que hacer un
trabajo (y esto primaba sobre cualquier maratón) que por su exigencia no
ayuda nada a la recuperación del tobillo, Juan “el Zorro” se coge jugando al
padel un trancazo que se queda sin fuerzas ni pa atarse las zapatillas y dice
que seguramente no pueda ir.
En fin, los ánimos que estaban por las nubes, se cuelan en
un pozo y aunque se intenta trasmitir normalidad de cara a los compañeros, ves
como el trabajo, esfuerzo e ilusión peligra de irse de un plumazo al garete y
no estamos para muchas risas.
Llega el sábado 27 de abril, un día antes del maratón, y los
tres mosqueteros con su D´artagnan salen rumbo a la capital, a ver qué pasa.
Tenía en mente que por lo menos había que intentarlo. Nos presentamos en la
feria del corredor con nuestras mujeres, y como críos en el parque de
atracciones: quieres tocarlo todo, ver el máximo de cosas, empaparte de todo lo
que puedas, lo normal del novato imagino. Cogemos el dorsal y vamos a comer al
pabellón donde nos invitaron a un platico de macarones, agua y fruta (para
nosotros fue suficiente) y nos damos cuenta de que la barra donde está la
cerveza esta vacía, cosa curiosa que nos llama la atención, pero aquello estaba
lleno de deportistas que no querían meter la pata.
Por la noche, antes de ir a dormir, habíamos trazado un plan
para reunirnos en un punto cerca de la salida para comenzar juntos y donde
tienen que posicionarse las mujeres por si necesitamos algo. Hacemos un repaso
mental de todas las recomendaciones leídas y de veteranos en maratones: que
desayunes dos horas antes, que no se te olvide la vaselina, que te lleves una
camiseta vieja por si hace frío y sobre todo que llegues a la meta con
suficiente antelación para relajar los nervios y estar preparado. Nos vamos y
dormimos como un lirón, todo lo contrario a lo esperado.
Llega el gran día, el domingo 28 de abril, el día tan
esperado, como dice Hurtado, el día del parto, pero no comienza bien. Habíamos
quedado una hora antes de la prevista para la salida y Hurtado y yo que
veníamos de otro lado, perdemos el transporte 2 veces, hay que parar por el
camino para ir al servicio, y menos mal que Molina y el Zorro nos van
tranquilizando en las llamadas de teléfono. Sinceramente, no pintaba la cosa
todo lo perfecto que lo teníamos planeado ya que no contábamos con que uno
estaba tomando medicamentos a toda leche para quitarse el trankazo, yo con el
tobillo vendado y más hinchado que una pedorra, otro un poco nervioso por la
tardanza, y menos mal que por lo menos teníamos a uno a tope de moral y cargado
con toda la ilusión que se pudo traer.
Cuando nos despedimos de nuestras mujeres como si fueramos a
la guerra, nos dirigimos a nuestro cajón que estaba repleto y tuvimos que
esperar fuera por llegar tarde. En ese mismo instante, unos momentos antes del
pistoletazo, nos da como una recarga de moral y te olvidas de todos los males,
ya está el pescao vendido y vamos a intentarlo. Nos echamos algunas fotos para
el recuerdo allí mismo en la salida mientras vamos avanzando hacia el arco de
salida viendo un río de colores y pensando “joer macho, yo también formo parte
de esto”.
Debió ser por los nervios el que no me diera casi cuenta del
tinglao que se había formado allí con los helicópteros por encima nuestra,
caballos y policías por todos los lados, la gente ya desde el mismo momento del
pistoletazo desgalillándose para animarte, las cámaras de tv; la verdad, un
escenario de lujo para la prueba con mas de 26.000 compañeros que comparten tu
misma afición. Pudiera ser que como no dábamos un duro por acabar si quiera la
prueba debido a como estábamos el zorro y yo, empezamos la guasa desde el
primer kilómetro, sacamos los móviles y nos pusimos ha hacer fotos y vídeos en
carrera, para el recuerdo, por si no nos daba tiempo, calentando a la gente
para que aun gritaran más de lo que ya lo hacían. Vamos pasando por la
Castellana para arriba y muy pronto vemos a las mujeres, animando y orgullosas
de sus hombres. Seguimos echando kilómetros en nuestra mochila todavía en modo
cachondeo y contagiando a los compañeros y la gente de alrededor nuestra, y nos
damos cuenta de que ni mi tobillo ni el trankazo del zorro hacen mella en el
ritmo ni en la unión del grupico, disfrutando, disfrutando de verdad, los 4
juntos y sin problemas a la vista, como estaba previsto. Durante esos primeros
kilómetros habíamos cantado cumpleaños feliz a un señor que cumplía años ese
día, y no pocos, además había hecho todas las maratones de Madrid y ya teníamos
fotos para llenar un álbum.
Todo que pintaba tan mal, se arregla y la guasa no cesa
durante la carrera, vamos a un ritmo por debajo de nuestras posibilidades y con
la mente fría para no sufrir más de lo obligado. Prácticamente cuando nos dimos
cuenta estábamos ya en el km 28 o 30 y todavía los 4 juntos, pasándolo bien,
unidos y tirando unos de otros pero corriendo de un modo totalmente
conservador, a la espera y sorprendidos por la cantidad de ánimos que la gente
que no te conoce de nada te da, dejándose la garganta gritando y aplaudiendo
durante horas para que tú no decaigas y formando parte de una carrera integrada
en un marco insuperable: Paseo de la Castellana, Santiago Bernabéu, Torres Kio
y Europa, Almudena, Palacio Real, Gran Vía, Puerta del Sol, el Calderón, etc...
La verdad es que no dábamos crédito al estado de forma tan
bueno que teníamos a la altura del km 32 más o menos, pero aún faltaba
recorrido de gran dureza y pronto empieza una cuestaca que prácticamente ya no
termina hasta la meta, tal es así que la gente a pesar de tener una gran
avenida se va cerrando formando un pasillo donde puedes sentir sus ánimos en to
la oreja gritando “valiente” “vamos, vamos” “lo vas a conseguir” “eres un
campeón”, y pensamos que eso sería lo que sentían los ciclistas al subir el
tourmalet. Los pelos se te ponen de punta y aprovechas esos ánimos como si
fuera gasolina para no caer y veo en mi mente a mi padre y mi madre orgullosos
de su hijo, a mis hijas orgullosas de su papá, a mi mujer orgullosa de su
marido, y pienso que ha valido la pena los trastornos que ocasionan el tener
que movilizar a gente para poder realizar este sueño. Me pregunto a mí mismo “
dios, ¿qué he hecho yo para merecer esto?” “qué suerte tengo”, miro a mis tres
compañeros y entre nosotros nos vamos repitiendo una frase que es de
sentimiento común “sin vosotros no lo hubiera conseguido”.
Llegamos al km 40 y ya parece que nadie se va a separar del
grupo y tengo que coger algo de aire para poder terminar, pensando “¿que correr
es de cobardes? Los cojones. Si es de los maratones más duros, es por algo"; y
ocurre entonces uno de esos momentos que te ponen de punta hasta las orejas y
llegas a emocionarte tanto que es como una anestesia, mis tres compañeros dicen
que no seguirán sin mí, con lo poco que falta dan prioridad a tirar de mí que
seguir solos, sabíamos que lo estábamos consiguiendo y corremos juntos hacia el
parque del retiro, último tramo del recorrido.
Cuando nos vamos acercando a la meta, el subidón es tan
grande que la mente no puede asimilar todo lo que está sucediendo a tu
alrededor y nos vamos cogiendo de la mano para cruzar el arco de entrada,
juntos, unidos, como salimos, como empezó todo. Fue cruzar la meta y eso me
causó tal emoción que se me saltaron las lágrimas, no me da vergüenza decir que
pasó algo natural, la realidad, abrazados los 4 amigos, llenos de orgullo y con
el sentimiento de haber cumplido un sueño casi imposible solo unos días antes
para algunos. Exploto a gritar a cañón de la alegría y para soltar todo lo que
pudiera quedarme dentro y mentalmente voy dedicando la carrera a toda la gente
que me quiere.
Vamos camino de recoger la medalla que tantas horas de duro
trabajo nos había costado conseguir y casi no me puedo soltar de los abrazos de
mis amigos, mis compañeros, mis hermanos ya. La frase que se me ocurre en ese
instante es “esto ha sido mucho más que solo correr“ y mientras vamos andando
todos como si fuéramos robocop, casi ya sin rumbo, en busca de nuestra ropa
para quitarnos el frío que nos había entrado, con cara todo el mundo de
felicidad mezclada con la del cansancio, dándonos la enhorabuena unos a otros.
Quiero comentar, que los pantalones me los tuvieron que
poner, que ya las fuerzas las habíamos dejado todas en el asfalto y no quisiera
terminar esta crónica sin agradecer el poder cumplir este sueño, por supuesto a
estos mosqueteros y D´artagnan personales que tengo, a todos los que se sientan
orgullosos de haber formado parte de esta proeza con cualquier tipo de
aportación, y me refiero con esto a desde unas simples palabras de ánimo o
tirando de mí, permitiendo que pudiera entrenar más tiempo o dándonos algún
consejo, abriéndome las puertas de su casa o cuidando de mis peques mientras yo
corría, y en general, a todas aquellas personas que deseaban que lo
consiguiera.
Fdo. Jose Joaquin (Ecoson)
No hay comentarios:
Publicar un comentario